Portada de la edición limitada en CD de The Andromeda Strain del sello Intrada. |
El clásico de la sci-fi The Andromeda Strain (La Amenaza de Andrómeda. Dir. Robert Wise, 1971), basado en la novela homónima de Michael Crichton publicada en 1969, fue el primer best-seller de su autor trasladado a la gran pantalla.
La película, protagonizada por Arthur Hill, James Olson, Kate Reid y David Wayne, narra la llegada a la Tierra de un microorganismo letal a través de un satélite militar que se estrella cerca de Piedmont, un pequeño pueblo de Arizona, exterminando a la mayor parte de la población a excepción de un bebé y un viejo alcohólico. La situación desata la alarma y se activa el Proyecto Wildfire formado por un equipo especial de científicos que en un laboratorio subterráneo secreto debe, mediante el estudio de los supervivientes y de la cápsula espacial, determinar las características del agente biológico y encontrar el modo de neutralizarlo antes de que el ente activo en Arizona pueda extenderse y aniquilar a la especie humana.
The Andromeda Strain es probablemente la segunda banda sonora totalmente electrónica de la historia del cine. Su autor, Gil Mellé (1931-2004), sin embargo siempre consideró que la suya era la primera banda sonora completamente electrónica de la historia, aun a sabiendas de la existencia de Forbidden Planet (1956), a la que consideraba que se encontraba dentro del campo de los efectos de sonido.
A esta idea se apunta también el sello Intrada en los textos que se incluyen en el libreto de la edición limitada de 1.500 copias en CD, remasterizada a partir de los masters originales, aparecida en febrero de 2010, y agotada en pocos días.
Gil Mellé utiliza en The Andromeda Strain un punto de vista conceptual totalmente opuesto al del matrimonio Barron en Forbidden Planet, que crean un todo indisoluble entre la música y los efectos sonoros, mientras que Mellé sólo pretende subrayar algunas escenas, empleando el ruido solamente con intenciones musicales.
Este enfoque, más próximo a los postulados de la musique concrète, es una de las diferencias que se establecen con Forbidden Planet, donde las técnicas de cinta de la música concreta se utilizan en base a una grabación realizada únicamente con sonidos generados por circuitos electrónicos, mientras que la aproximación de Mellé a la música se hace desde una óptica electroacústica. Visto así y teniendo en cuenta los quince años que separan una banda sonora de la otra, el planteamiento de los Barron sería, a priori, más vanguardista que el de Mellé.
No deja de ser cierto también que el contexto en el que se creó esta banda sonora es muy diferente del que dio lugar a Forbidden Planet quince años antes, y cuyo estreno supuso una catarsis para el público de su época, cosa que sucede en menor medida con The Andromeda Strain. Los espectadores de 1971, quizá menos impresionables, ya habían escuchado las versiones de Bach de Wendy Carlos, muchos se recreaban con solos de Minimoog en álbumes de rock progresivo y para los expertos, Stockhausen ya era uno de los compositores más influyentes en la música del siglo XX. El sonido electrónico era ya parte del día a día de la sociedad moderna.
Para The Andromeda Strain, el director, Robert Wise, se implicó personalmente en el tratamiento musical (otra diferencia con Forbidden Planet), así como en la edición discográfica del 'score' de Gil Mellé. De hecho Wise pretendía que la electrónica causara el mismo impacto emocional de una banda sonora convencional con orquesta sin sonar como ella. Para lograr el resultado deseado por el director, Mellé montó un estudio temporal en los propios estudios Universal en el que la dura labor de ensamblaje sonoro llevó meses de trabajo y contó con al menos tres ingenieros de sonido distintos. El resultado final fue recompensado con una nominación a los Globos de Oro.
En la realización de la banda sonora, Gil Mellé parte de tres fuentes principales. En primer lugar estarían las grabaciones de campo, entre las que se incluyen sonidos de motosierras, ferrocarriles, maquinaria y motores, estos últimos fruto de una visita al Jet Propulsion Lab (JPL), de la NASA en Pasadena o el sonido de una bolera, entre otros. Por otro lado, Mellé incluye la utilización de instrumentos tradicionales procesados electrónicamente y/o mediante efectos de cinta, tales como contrabajos, diversos tipos de percusión, fagot o el sonido de diez pianos. Y por último, estarían los instrumentos electrónicos creados por el propio compositor, entre los que destaca el Percussotron III (básicamente una caja de ritmos), creada ex profeso para esta banda sonora.
Mellé, artista polifacético y famoso saxofonista de jazz, aplicó durante los años 60 su pasión por la ingeniería a la construcción de un pequeño arsenal de cacharrería electrónica a partir de equipos excedentes del ejército, a los que dio nombres tan curiosos como Electar (1960), The Doomsday Machine (1965), o Bubble Oscillator (1966), que ciertamente rivalizaban en exotismo con los que el propio Raymond Scott estaba desarrollando en esa misma época, pero con más medios, en su laboratorio de Nueva York.
La música durante el metraje de The Andromeda Strain tiene un papel discretísimo. Los ocho temas de los que se compone la banda sonora mantienen un estilo muy homogéneo, en donde el elemento común es el de resaltar la tensión y el suspense. Los sonidos electrónicos casan a la perfección con el estilo de docudrama de The Andromeda Strain, de atmósfera clínica, aséptica, de alta tecnología, que pretende reflejar el laboratorio subterráneo esterilizado en el film.
La película, protagonizada por Arthur Hill, James Olson, Kate Reid y David Wayne, narra la llegada a la Tierra de un microorganismo letal a través de un satélite militar que se estrella cerca de Piedmont, un pequeño pueblo de Arizona, exterminando a la mayor parte de la población a excepción de un bebé y un viejo alcohólico. La situación desata la alarma y se activa el Proyecto Wildfire formado por un equipo especial de científicos que en un laboratorio subterráneo secreto debe, mediante el estudio de los supervivientes y de la cápsula espacial, determinar las características del agente biológico y encontrar el modo de neutralizarlo antes de que el ente activo en Arizona pueda extenderse y aniquilar a la especie humana.
The Andromeda Strain es probablemente la segunda banda sonora totalmente electrónica de la historia del cine. Su autor, Gil Mellé (1931-2004), sin embargo siempre consideró que la suya era la primera banda sonora completamente electrónica de la historia, aun a sabiendas de la existencia de Forbidden Planet (1956), a la que consideraba que se encontraba dentro del campo de los efectos de sonido.
A esta idea se apunta también el sello Intrada en los textos que se incluyen en el libreto de la edición limitada de 1.500 copias en CD, remasterizada a partir de los masters originales, aparecida en febrero de 2010, y agotada en pocos días.
Gil Mellé utiliza en The Andromeda Strain un punto de vista conceptual totalmente opuesto al del matrimonio Barron en Forbidden Planet, que crean un todo indisoluble entre la música y los efectos sonoros, mientras que Mellé sólo pretende subrayar algunas escenas, empleando el ruido solamente con intenciones musicales.
Este enfoque, más próximo a los postulados de la musique concrète, es una de las diferencias que se establecen con Forbidden Planet, donde las técnicas de cinta de la música concreta se utilizan en base a una grabación realizada únicamente con sonidos generados por circuitos electrónicos, mientras que la aproximación de Mellé a la música se hace desde una óptica electroacústica. Visto así y teniendo en cuenta los quince años que separan una banda sonora de la otra, el planteamiento de los Barron sería, a priori, más vanguardista que el de Mellé.
No deja de ser cierto también que el contexto en el que se creó esta banda sonora es muy diferente del que dio lugar a Forbidden Planet quince años antes, y cuyo estreno supuso una catarsis para el público de su época, cosa que sucede en menor medida con The Andromeda Strain. Los espectadores de 1971, quizá menos impresionables, ya habían escuchado las versiones de Bach de Wendy Carlos, muchos se recreaban con solos de Minimoog en álbumes de rock progresivo y para los expertos, Stockhausen ya era uno de los compositores más influyentes en la música del siglo XX. El sonido electrónico era ya parte del día a día de la sociedad moderna.
Los instrumentos de Mellé. De arriba a abajo; Electar, The Doomsday Machine y Bubble Oscillator. |
En la realización de la banda sonora, Gil Mellé parte de tres fuentes principales. En primer lugar estarían las grabaciones de campo, entre las que se incluyen sonidos de motosierras, ferrocarriles, maquinaria y motores, estos últimos fruto de una visita al Jet Propulsion Lab (JPL), de la NASA en Pasadena o el sonido de una bolera, entre otros. Por otro lado, Mellé incluye la utilización de instrumentos tradicionales procesados electrónicamente y/o mediante efectos de cinta, tales como contrabajos, diversos tipos de percusión, fagot o el sonido de diez pianos. Y por último, estarían los instrumentos electrónicos creados por el propio compositor, entre los que destaca el Percussotron III (básicamente una caja de ritmos), creada ex profeso para esta banda sonora.
Mellé, artista polifacético y famoso saxofonista de jazz, aplicó durante los años 60 su pasión por la ingeniería a la construcción de un pequeño arsenal de cacharrería electrónica a partir de equipos excedentes del ejército, a los que dio nombres tan curiosos como Electar (1960), The Doomsday Machine (1965), o Bubble Oscillator (1966), que ciertamente rivalizaban en exotismo con los que el propio Raymond Scott estaba desarrollando en esa misma época, pero con más medios, en su laboratorio de Nueva York.
La música durante el metraje de The Andromeda Strain tiene un papel discretísimo. Los ocho temas de los que se compone la banda sonora mantienen un estilo muy homogéneo, en donde el elemento común es el de resaltar la tensión y el suspense. Los sonidos electrónicos casan a la perfección con el estilo de docudrama de The Andromeda Strain, de atmósfera clínica, aséptica, de alta tecnología, que pretende reflejar el laboratorio subterráneo esterilizado en el film.
Edición en vinilo de The Andromeda Strain publicada por Kapp Records en 1971. |
Sin embargo, es significativo notar como la atonalidad se va atenuando a medida que avanzamos en la escucha del álbum. Esto se aprecia especialmente en "The Piedmont Elegy", el quinto tema y que se concreta sobre todo en la siguiente pieza "OP", desde la secuencia con la que se abre y que se encadena en sucesivos delays y ralentizaciones, y especialmente en "Xenogenesis", que presenta una secuencia similar a la anterior en tonos más graves y esbozos de alguna melodía de aire jazzístico entre efectos de percusión. Si no fuera por la brevedad de las piezas, la música se acercaría por momentos a los dominios de la denominada 'drone music', no tanto en el uso del material sonoro como en lo que respecta a la repetición de patrones.
Capítulo aparte merece la presentación de la edición en vinilo de The Andromeda Strain, especialmente si la comparamos con la mucho más espartana editada por Intrada en CD. La lujosa presentación de la primera edición del LP por parte de Kapp Records (un subsello ya extinto de la discográfica MCA), aparecida en 1971, es muy original. El propio director, muy implicado en todo el proyecto, quería algo especial y lo obtuvo. No sólo es el hecho de que el propio vinilo sea hexagonal, sino que la carpeta incluye un hexágono que representa la forma cristalizada del microorganismo andrómeda, que abriéndose como la lente de una cámara muestra en su interior escenas del film. Obsta decir, que una presentación tan elaborada unida al éxito de la película provocó que se agotaran las 10.000 copias prensadas en apenas unos días. Una segunda edición con un vinilo y una carpeta estándar, sin embargo, no llamaron la atención del público.
Ciertamente, The Andromeda Strain es una de las piedras angulares en la construcción de una conciencia popular respecto al sonido electrónico en los años 70 y sin duda una de las bandas sonoras que contribuyeron a la popularización del uso del sintetizador en la gran pantalla una década más tarde. No obstante, el enfoque de Mellé, aunque vanguardista para el cine, es difícil considerarlo como tal como obra musical independiente, habida cuenta las contribuciones que otros músicos contemporáneos del autor estaban realizando en la misma época dentro del terreno de la experimentación sonora electrónica.
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