Clara Rockmore, la gran virtuosa del theremin. |
Por todo ello, y como personal homenaje a la gran diva del theremin, da inicio con esta entrada una serie dividida en cinco partes dedicada a glosar la vida de Clara Rockmore. Se trata de una versión corregida y aumentada de la biografía que apareció en la sección "Audionautas de Ayer" del número 26 de la revista Margen en el invierno/primavera de 2003. Espero que la disfrutéis.
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Históricamente el mundo de la música ha sido siempre un feudo masculino, aspecto éste que en el campo de la música electrónica se ha visto más acrecentado si cabe, y que sólo en épocas recientes ha sido abordado sin prejuicios de género, con mujeres que han jugado y juegan un papel destacado en el desarrollo de nuevas técnicas, realizando importantes aportaciones musicales y sobre todo encontrando y encarnando una voz propia.
Clara Rockmore fue la primera gran virtuosa de la música de la era de la electrónica y es por ello todavía más trascendente su aportación desde los años 30. Considerada la mejor thereminista de todos los tiempos, no recibió ninguna clase de instrucción sobre cómo interpretar un instrumento nuevo como el theremin, sobre el que no existía ningún método de ejecución establecido. Clara supo encontrarlo y lo desarrolló hasta el punto de convertirlo en el modo clásico de interpretarlo. Desde entonces, y han sido muchos los intérpretes de theremin, ninguno ha logrado adoptar una pose tan elegante, de tal complicidad con el instrumento, de simbiosis instrumento-intérprete, hasta ese momento una característica sólo reservada a pianistas o violinistas. Por vez primera un instrumento electrónico poseía características sonoras y estéticas que sólo tenían los instrumentos acústicos. Por fin la música electrónica había encontrado a su primera gran dama, a su primera gran diva.
La niña prodigio
Corría finales del año 1928, cuando una jovencita de apenas 18 años de la comunidad rusa de Nueva York llamada Clara Reisenberg se presentó en el Hotel Plaza acompañada por un profesor de química, el Dr. Vinogradov, amigo del célebre compositor ruso-estadounidense Joseph Schillinger. El objetivo de la visita a dicho establecimiento era la de conocer a un científico e inventor recientemente llegado de la lejana Unión Soviética, de nombre Lev Sergeyevich Termen, que había desarrollado un instrumento musical mágico que se tocaba sin necesidad de ser tocado físicamente. La suite de Termen estaba atestada de invitados y periodistas que querían constatar las peculiaridades de tan insólito aparato, que el propio inventor ya había demostrado con gran éxito en una gira que le había llevado por varios países europeos.
Clara había acudido a la presentación con la intención de distraerse, sin saber lo que se encontraría, no obstante, desde un primer momento quedó absolutamente intrigada por el aspecto externo del instrumento, por su calidad estética y al mismo tiempo fascinada por la personalidad arrolladora de su creador.
Cuando Theremin muy cortésmente le ofreció a Clara probar el instrumento que lleva su nombre y la joven alzó los brazos para proceder a tocarlo, probablemente nadie, ni siquiera la sorprendida intérprete, sabía que aquel simple gesto iba a cambiar su vida para siempre…
Nadia y Clara Reisenberg. |
Con sólo tres años de edad, Clara Reisenberg causó una tremenda conmoción en el Conservatorio Imperial de Música de San Petersburgo cuando tocó el piano y demostró una capacidad inusitada para captar los tonos de oído con suma facilidad. Leopold Auer, el renombrado y virtuoso violinista, según muchos el mejor del siglo XIX, y profesor de los mejores violinistas del siglo XX, como fueron Jascha Heifetz, Mischa Elman o Efrem Zimbalist, la aceptó como estudiante "no oficial" de violín al año siguiente. Cuando en su examen de ingreso al Conservatorio se encaramó sobre una mesa como si de una pequeña niña prodigio se tratara, dejó asombrado al tribunal presidido por el célebre compositor y por entonces director de la institución, Alexander Glazunov, obteniendo un 5+, la calificación más alta posible.
Con cinco años de edad, Clara Reisenberg se convirtió en la estudiante más joven jamás admitida en el Conservatorio Imperial de San Petersburgo, hito que perdura hasta nuestros días. Clara se centró en el estudio del violín, mientras su hermana mayor, Nadia estudiaba piano. La familia Reisenberg adoptó como residencia la por entonces capital del país, con la intención de estar próximos a sus hijas.
No obstante, se vivían tiempos turbulentos. Durante el período de Guerra Civil que siguió a la caída del zar Nicolás II y la Revolución Soviética de octubre de 1917, la familia Reisenberg atravesó por momentos precarios y padeció penalidades y situaciones de escasez alimentaria. Hacia 1919, mientras todos los profesores de música huían del devastado Petrogrado (antes San Petersburgo), la familia siguió el mismo camino y regresó a su oriunda Vilna, poniendo fin a los estudios de Clara y de Nadia.
En 1920, una vez asentado el régimen soviético bajo el gobierno de Vladimir Ilich Lenin y viendo que la situación de inestabilidad social y política en Rusia era permanente, la familia Reisenberg al completo comenzó un largo éxodo en carreta por varios países europeos con la intención de que alguna Embajada estadounidense les proporcionara el visado para aquel país. Atravesaron las fronteras, algunas de ellas de modo ilegal, de Lituania, Polonia y Alemania, países de tránsito, en los que Clara y Nadia ofrecieron conciertos por los que fueron calificadas como jóvenes virtuosas y niñas prodigio. Con el dinero de esas representaciones la familia pudo mantenerse económicamente hasta que una vez ya en Francia, obtuvieron los visados y a finales del año 1921 consiguieron pasajes de entrepuente en un vapor con destino a Nueva York.
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