El documental de Dianna Dilworth, Mellodrama. The Mellotron Movie (2010). |
Hubo un tiempo, antes de que aparecieran los primeros teclados de cuerdas analógicas que simulaban 'ensembles' de violines, chelos o violas, y más tarde los primeros sintetizadores digitales y 'samplers', en el que la única forma de obtener sonidos acústicos a través de un teclado, sólo era posible mediante un ingenio electromecánico que reproducía cintas magnéticas con grabaciones de instrumentos reales.
Probablemente la historia de la música pop-rock del último tercio del siglo XX no habría sido la misma sin la existencia de un instrumento mítico como el Mellotron y su progenitor estadounidense, el Chamberlin. Casi cualquier álbum de rock sinfónico y progresivo, pop, o música electrónica de los que se crearon en los años 60 y 70 era habitual que incluyera los sonidos de un Mellotron.
Aunque el sonido del Chamberlin era más fiel a los instrumentos originales, la ambición de su creador, Harry Chamberlin, de dedicarlo en exclusiva al ocio doméstico, dejaría a su invención un tanto relegada en los libros de historia. Por contra, el Mellotron, cuyas cintas estaban peor grabadas pero dotadas de un sonido low-fi con vida propia que recordaba al de una película antigua, disfrutaría de su apogeo durante los años 60 y 70, convirtiéndose en poco más de quince años en un icono cultural, un instrumento que definiría el sonido de toda una época.
Ciertamente, el carácter propio y definido del sonido del Mellotron unido al imaginativo uso que los músicos hicieron de él dio lugar a varios discos míticos que encumbraron el instrumento. Desde el célebre sonido de flauta del inicio de "Strawberry Fields Forever" de The Beatles, pasando por las arrebatadoras cuerdas de "Nights In White Satin" de The Moody Blues, o la intro de "Watcher Of The Skies" de Genesis, el Mellotron puso a disposición de los músicos los recursos sonoros que podía ofrecer una big band o una orquesta además de otros instrumentos acústicos y efectos sonoros a un coste relativamente razonable y con un nivel de calidad aceptable para los estándares de entonces.
La historia del Chamberlin/Mellotron -como la de tantos otros instrumentos de naturaleza electrónica-, ha estado rodeada desde siempre de un cierto halo de misterio, sustentada a menudo en datos poco precisos y presidida en general por un gran desconocimiento. Tras su exitoso pase por algunos de los más prestigiosos festivales de cine documental a lo largo de 2009, el documental Mellodrama: The Mellotron Movie (Bazillion Points, 2010), dirigido por Dianna Dilworth, se configura como una inmejorable fuente de información para conocer la evolución de estos instrumentos así como su devenir histórico por boca de algunos de los músicos que jugaron un papel clave en la popularización de los mismos.
Entre los artistas participantes se encuentran, entre otros, Mike Pinder de The Moody Blues, Brian Wilson de The Beach Boys, Ian McDonald de King Crimson, Tony Banks de Genesis, Claudio Simonetti de Goblin, Patrick Moraz o Matthew Sweet, mientras Brian Kehew de The Moog Cookbook ejerce como eje conductor de algunos de los pasajes del documental y como autor de la banda sonora junto a Mattias Olsson. Asimismo, bandas de heavy metal y prog metal como Änglagård, Opeth o Bigelf, representan a los valedores del instrumento entre las nuevas generaciones de músicos.
Probablemente la historia de la música pop-rock del último tercio del siglo XX no habría sido la misma sin la existencia de un instrumento mítico como el Mellotron y su progenitor estadounidense, el Chamberlin. Casi cualquier álbum de rock sinfónico y progresivo, pop, o música electrónica de los que se crearon en los años 60 y 70 era habitual que incluyera los sonidos de un Mellotron.
Aunque el sonido del Chamberlin era más fiel a los instrumentos originales, la ambición de su creador, Harry Chamberlin, de dedicarlo en exclusiva al ocio doméstico, dejaría a su invención un tanto relegada en los libros de historia. Por contra, el Mellotron, cuyas cintas estaban peor grabadas pero dotadas de un sonido low-fi con vida propia que recordaba al de una película antigua, disfrutaría de su apogeo durante los años 60 y 70, convirtiéndose en poco más de quince años en un icono cultural, un instrumento que definiría el sonido de toda una época.
Ciertamente, el carácter propio y definido del sonido del Mellotron unido al imaginativo uso que los músicos hicieron de él dio lugar a varios discos míticos que encumbraron el instrumento. Desde el célebre sonido de flauta del inicio de "Strawberry Fields Forever" de The Beatles, pasando por las arrebatadoras cuerdas de "Nights In White Satin" de The Moody Blues, o la intro de "Watcher Of The Skies" de Genesis, el Mellotron puso a disposición de los músicos los recursos sonoros que podía ofrecer una big band o una orquesta además de otros instrumentos acústicos y efectos sonoros a un coste relativamente razonable y con un nivel de calidad aceptable para los estándares de entonces.
La historia del Chamberlin/Mellotron -como la de tantos otros instrumentos de naturaleza electrónica-, ha estado rodeada desde siempre de un cierto halo de misterio, sustentada a menudo en datos poco precisos y presidida en general por un gran desconocimiento. Tras su exitoso pase por algunos de los más prestigiosos festivales de cine documental a lo largo de 2009, el documental Mellodrama: The Mellotron Movie (Bazillion Points, 2010), dirigido por Dianna Dilworth, se configura como una inmejorable fuente de información para conocer la evolución de estos instrumentos así como su devenir histórico por boca de algunos de los músicos que jugaron un papel clave en la popularización de los mismos.
Entre los artistas participantes se encuentran, entre otros, Mike Pinder de The Moody Blues, Brian Wilson de The Beach Boys, Ian McDonald de King Crimson, Tony Banks de Genesis, Claudio Simonetti de Goblin, Patrick Moraz o Matthew Sweet, mientras Brian Kehew de The Moog Cookbook ejerce como eje conductor de algunos de los pasajes del documental y como autor de la banda sonora junto a Mattias Olsson. Asimismo, bandas de heavy metal y prog metal como Änglagård, Opeth o Bigelf, representan a los valedores del instrumento entre las nuevas generaciones de músicos.