La autobiografía de Ryuichi Sakamoto. La música os hará libres. Apuntes de una vida. (Altaïr, 2011). |
“En la actualidad la música es mi profesión. Pero ¿por qué? Ni yo mismo lo comprendo. No es que pensara «voy a ser músico». Al contrario, desde que era niño, eso de pensar en qué sería, en qué quería ser, me parecía muy extraño. En la escuela primaria nos dijeron: «Escribid qué queréis ser de mayores»… Tras pensarlo bien escribí: «Nada»”.
Por fortuna para todos a los que nos gustan las músicas de vanguardia, el protagonista de la cita que encabeza este escrito no consumó su idea de ser "Nada". Más bien todo lo contrario, el compositor japonés Ryuichi Sakamoto puede vanagloriarse de ser uno de los músicos más innovadores y eclécticos del panorama musical de los últimos treinta años.
Siempre alejado de estereotipos que lo pudieran encasillar en un género o en un estilo musical concreto, su producción, a todas luces diversa, abarca desde composiciones clásicas a piezas para danza, ópera o música étnica, pasando por las bandas sonoras, el technopop, la bossa nova o el ambient.
Sin embargo, un artista de reconocido prestigio internacional como Ryuichi Sakamoto siempre ha permanecido en un segundo plano para el gran público. Durante años su música nos ha llegado a través del cine, la radio o la televisión, pero no han sido tantas las veces en las que el propio músico japonés ha expresado en primera persona y de un modo abierto sus recuerdos, sus sentimientos o sus ideas políticas.
En los últimos años, en el mercado editorial mundial se ha venido apreciando un inusitado auge de las biografías o autobiografías de grupos o músicos de pop/rock. Las principales editoriales, sobre todo en lengua inglesa, han removido cielo y tierra en una frenética búsqueda para hacerse (previo pago de sustanciosas sumas), con los derechos de edición de las vidas de algunos de los artistas más célebres. Cuanto más completo sea el catálogo de excesos que jalona esas vidas, ya sea con sustancias estupefacientes, escándalos sexuales, o ricas en disputas personales o familiares, el éxito sin duda estará garantizado.
Probablemente en la lista de la compra de los mitómanos del rock no figuraría jamás una biografía a priori tan aburrida y tan alejada del morbo como la de Ryuichi Sakamoto, alguien que se encuentra en las antípodas del centro de atención mediático. Sin embargo todos los seguidores de las músicas innovadoras que buscamos entender al músico, conocer su forma de pensar y de actuar tenemos una cita ineludible con La música os hará libres. Apuntes de una vida (Altaïr, 2011), la edición española de la autobiografía de Sakamoto.
Los textos de este libro fueron publicados originalmente por la revista automovilística mensual Engine a lo largo de veintisiete entregas entre enero de 2007 y marzo de 2009 y se originaron a partir de varias entrevistas realizadas a Sakamoto por su director Masafumi Suzuki.
El libro se divide en cinco amplios capítulos principales que Sakamoto establece con fechas. 1952-1969, recoge desde la etapa del parvulario hasta el fin del bachillerato. 1970-1977 abarca toda la etapa universitaria. El período 1978-1985 comenta los años de la YMO y la primera parte de su carrera en solitario. En 1986-2000 relata su participación en el film El último emperador además de otros trabajos cinematográficos y proyectos en solitario. Por último de 2001 en adelante son años marcados por los atentados del 11-S y las múltiples direcciones artísticas que toma Sakamoto hasta 2008, que es el último año que cubre La música os hará libres.
Ryuichi Sakamoto. Foto: Tajima Kazunali. |
Todavía en primaria Bach y Beethoven serían sus dos primeros encuentros musicales fascinadores, fruto de sus tempranas clases de composición. Éstas discurrirían en paralelo a su atracción por los sonidos de The Beatles y The Rolling Stones. No obstante, sería Claude Debussy, el compositor impresionista francés, el que realmente sacudiría la imaginación del joven músico, que estudiaría de manera enfermiza sus partituras.
Su período en el bachillerato supuso el descubrimiento del jazz por medio de los jazz-cafés del barrio de Shinjuku que frecuentaba en horas de clase, declarándose un enamorado de John Coltrane. También descubrió en ese período la bossa nova, y alguien con evidentes inquietudes artísticas como él experimentó con el teatro de vanguardia y se implicó de manera activa en los movimientos estudiantiles contrarios a la Guerra de Vietnam que afloraron a finales de los años 60. Su cultura cinematográfica se amplió con el visionado de las obras de Godard, Fellini, Oshima o Truffaut, al tiempo que su voracidad literaria no tenía límites.
La música contemporánea de vanguardia había aparecido por vez primera en la vida de Sakamoto cuando todavía tenía diez años por medio de un concierto de Yuji Takahashi y Toshi Ichiyanagi al que le había llevado su madre. Este temprano descubrimiento le llevaría a lo largo de esos años a escuchar a Ravel, Stravinsky, Schoenberg, Bartok, y de ahí pasaría a Messiaen, Boulez, Stockhausen, Berio y sobre todo John Cage, que tuvo un gran impacto en el músico.
Las teorías minimalistas de Steve Reich, Philip Glass, La Monte Young y sobre todo Terry Riley que Sakamoto cita como el que más le influyó de todos ellos, le conduciría al descubrimiento de la música de otras culturas, como la india o las del sudeste asiático. "'La música occidental está encallada. Tenemos que liberar nuestros oídos, bloqueados con la música que se ha hecho hasta ahora', pensaba yo. Fue la 'época de la demolición'".
La etapa que ocupa el segundo capítulo y que discurre entre 1970 y 1977 se caracteriza por los estudios universitarios del artista en la Facultad de Música de la Universidad de Artes de Tokyo. Siempre yendo contracorriente, Sakamoto que apenas asistía a las clases de composición, se vinculó desde el principio con los estudiantes de bellas artes, donde se respiraba un ambiente bohemio y transgresor. Continuó asistiendo a conciertos de rock y de música de vanguardia al tiempo que siguió involucrado en los movimientos de protesta mientras intentaba explorar todas aquellas disciplinas artísticas que por un motivo u otro le interesaban.
En la universidad Ryuichi Sakamoto asistió a las clases de música étnica impartidas por el destacado etnomusicólogo Fumio Koizumi y en paralelo desarrolló un enorme interés por la música electrónica y la composición por ordenador gracias a su descubrimiento de Iannis Xenakis: "Mi interés por la música electrónica se debía (...), a que estaba pensando en una música para el pueblo, un tipo de música con la que la gente que no había seguido estudios especiales pudiera obtener satisfacción. Es decir, un tipo de composición que tuviera un carácter de teoría de juegos. Pensaba si no sería posible hacer ese tipo de música. 'La composición tiene que ser algo que cualquier persona pueda hacer; no debe ser algo que no pueda hacer todo el mundo', pensaba".
La obtención del posgrado en la Facultad de Música de Tokyo con la pieza Daimei no nai Ongakkai (Concierto sin título), marcó en 1977 el final de la etapa académica de Sakamoto. Unos años antes, el músico había conseguido sus primeros trabajos como pianista sustituto en garitos de Ginza donde acompañaba a cantantes que versionaban éxitos de 'la chanson française'. En poco tiempo comenzó a componer música para compañías de teatro 'underground' y a través de sus amistades en ese ámbito pasó a tomar parte en grabaciones y en giras de concierto con artistas de folk como Masato Tomobe, conocido como 'El Bob Dylan oriental' o Tatsuro Yamashita, y grupos de folk rock como Happy End, donde entró en contacto con Haruomi Hosono y poco después con Yukihiro Takahashi, dos talentos que hablaban el mismo lenguaje musical que Ryuichi Sakamoto. Las semillas de la Yellow Magic Orchestra ya estaban plantadas.
El primer álbum homónimo de la Yellow Magic Orchestra y el primero de Ryuichi Sakamoto abren el tercer capítulo: 1978-1985. Los miedos y las dudas de Sakamoto respecto a entrar a formar parte de un proyecto estable como grupo encontró su válvula de escape en el inicio de su carrera paralela en solitario con su primer elepé Thousand Knives (1978), que precedió en un mes a la publicación del álbum de YMO.
Yellow Magic Orchestra (YMO). De izq. a dcha. Yukihiro Takahashi, Haruomi Hosono y Ryuichi Sakamoto. Arte: Masayoshi Sukita. |
En 1983 con Naughty Boys el proyecto de la Yellow Magic Orchestra ya estaba prácticamente finiquitado y Sakamoto dio un vuelco en su carrera al participar como actor en el film de Nagisa Oshima, Merry Christmas, Mr. Lawrence (1983), del que se encargó también de la banda sonora, la primera de su carrera para un film de primera línea, que daría lugar a una de las composiciones más inolvidables de su autor en su tema principal. Tras esta experiencia conocería al director Bernardo Bertolucci y grabaría tres álbumes en solitario: Illustrated Musical Encyclopedia (1984), Esperanto (1985), y Futurista (1986), en los que experimentaba con profusión con los primeros samplers y ordenadores dentro de distintas corrientes dentro de la música de vanguardia.
La participación de Ryuichi Sakamoto como actor y compositor en el largometraje de Bertolucci The Last Emperor (1987), los diversos avatares del rodaje, el proceso de composición de la banda sonora y la obtención del Globo de Oro y el Oscar a la Mejor Banda Sonora presiden la mayor parte del cuarto capítulo: 1986-2000.
Tras la obtención del Oscar, Sakamoto descartó trasladar su residencia a Los Ángeles para hacer carrera como compositor de bandas sonoras y eligió vivir en la capital mundial, Nueva York, una ciudad en el centro de todas partes y crisol de culturas. Ese contexto multicultural se pudo apreciar en la influencia de la música balinesa y la de Okinawa en sus dos siguientes álbumes pop en solitario: Neo Geo (1987), y Beauty (1989).
En Nueva York se gestó Heartbeat (1991), un álbum en el que influyeron los sentimientos del músico respecto a la Guerra del Golfo. Los meses que van de 1991 a 1992 sería lo que Sakamoto denominaría "El Año de España", por la realización de la banda sonora del film Tacones Lejanos (1991), de Pedro Almodóvar y la composición de la música para la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona. El año siguiente vería el breve renacimiento de la YMO, tras casi una década, con el álbum Technodon (1993), en donde volvió a aflorar la lucha de egos en el trío, que afectó al resultado musical.
Los últimos lanzamientos de los años 90 fueron Sweet Revenge (1994), y Smoochy (1995), dos álbumes pop con escasa repercusión, y la música orquestal de Discord (1997), inspirada por el Genocidio de Ruanda. Sin embargo el éxito volvió a sonreír a Sakamoto en 1999 con el tema "Energy Flow", incluido en el álbum para piano solo BTTB (1998).
El último capítulo de la autobiografía (2001- ), está marcado por los atentados del 11-S en Nueva York, de los que el artista fue testigo directo, y muestra una amalgama de sentimientos que van desde el pánico y la angustia del principio, para dar paso a la rabia y la frustración, y por último la calma y la reflexión en la que resalta su mensaje pacifista y una visión crítica de lo sucedido: Entiendo el significado de lo que dijo Stockhausen justo después del 11-S: «Ha sido la obra de arte más grande». Fue reprobado desde todo el mundo, pero no hay duda de que ese ataque terrorista fue, en algún sentido, un evento, una performance; algo que en un instante metió a todo el mundo en un enigma que iba más allá de lo interpretable, que nos metió en una trampa, y nos provocó algo parecido al miedo, a la inquietud. Eso es lo que ha venido buscando el arte. Andy Warhol, Joseph Beuys, John Cage... En ese sentido, con el abrumador impacto de aquel ataque ante los ojos, se podía decir que aquello era lo que el arte no había podido lograr.
La música, una vez más, le sirvió a Sakamoto como válvula de escape, en este caso para superar el bloqueo sensorial que le produjeron esos atentados. Así, en la primera década del siglo XXI, Ryuichi Sakamoto se convirtió en un hombre con decenas de proyectos simultáneos. Las inquietudes del artista se ampliaron también a cuestiones medioambientales, al activismo social y a un pacifismo militante.
Ryuichi Sakamoto y Carsten Nicolai (Alva Noto), en 2011. Foto: Stanley Patzold. |
Desde el punto de vista musical, el libro prácticamente concluye con la nueva reunión de la YMO bajo diferentes alias como Sketch Show, Human Audio Sponge, o HAS/YMO con los que han realizado varios conciertos y grabaciones. Un breve epílogo de agradecimiento y una cronología sobre la trayectoria del artista marcan el punto y final.
En este resumen de La música os hará libres sólo se hace referencia a una parte del contenido musical. Sin duda esta autobiografía es mucho más. A través de sus 270 páginas, Ryuichi Sakamoto disecciona sus sentimientos sobre hechos de su pasado familiar y personal, recuerda con emotividad a amigos que ya no están, y no faltan tampoco entrañables anécdotas como las acaecidas con Toru Takemitsu o con Bernardo Bertolucci.
Sakamoto, que tal y como expresa en el prólogo, se mostró reacio a escribir una autobiografía, por lo general es parco en palabras, con abundancia de frases cortas y poco elaboradas que denotan que le cuesta escribir sobre sí mismo y sus sentimientos. Esto es especialmente notorio en los primeros capítulos donde cada frase deja traslucir un enorme esfuerzo por parte del músico. A medida que va avanzando en la narración encuentra el tono y se abre más al lector.
Esta biografía en cualquier caso no se trata de un viaje al pasado con exahustividad documental, sino tal y como reza el subtítulo del libro son "apuntes de una vida", simplemente una serie de hechos, sensaciones y sentimientos atemperados por el paso del tiempo que sin duda se recuerdan de otro modo a como se vivieron en su momento. Esto no es óbice para que Sakamoto se desenvuelva en un tono honesto, nada altisonante y sin juzgar su pasado y a los que pasaron por él.
Por otro lado, Sakamoto no es ajeno a lo que el público está más interesado en conocer de su carrera, como es la etapa de YMO, y su participación en las películas Feliz Navidad Mr. Lawrence y El último emperador, que constituyen los segmentos más extensos de la autobiografía. En este sentido los seguidores de la música de cine seguramente disfrutarán con las anécdotas del músico sobre la gestación de la banda sonora del film de Bertolucci, pero por otro lado se sentirán defraudados por ser la única banda sonora que se aborda en profundidad, mientras otros trabajos para el director italiano como The Sheltering Sky (1990), o Little Buddha (1993), ni tan siquiera se citan. Las experiencias en obras posteriores con Brian De Palma y otros directores tampoco tienen cabida.
Lo mismo sucede con la gran cantidad de colaboraciones que ha llevado a cabo el compositor japonés a lo largo de su trayectoria artística. Músicos como David Sylvian, Hector Zazou o Arto Lindsay apenas aparecen citados. En ocasiones da la sensación que la faceta de Sakamoto como colaborador en proyectos ajenos, tal y como se deduce de algunas de sus manifestaciones en el libro, no es algo de su interés.
Pero ¿qué tiene que ofrecer La música os hará libres a los seguidores del Sakamoto más vinculado a las propuestas electrónicas? Sin duda, muchos se sentirán identificados con la incomprensión y la soledad que experimentó un joven Sakamoto en el Japón de finales de los 60 al interesarse por propuestas musicales ajenas al 'mainstream', como la música electroacústica de pioneros de su país como Toru Takemitsu, Joji Yuasa, Toshiro Mayuzumi, o la 'tape music' y la música estocástica de artistas tales como John Cage o Iannis Xenakis.
Aunque esta autobiografía en ningún momento tiene la intención de ser un compendio de las técnicas ni de los instrumentos electrónicos que utiliza el músico en su proceso creativo, sí es especialmente interesante todo lo que nos relata de su etapa en la Yellow Magic Orchestra, como su profundo malestar con la deriva que iba tomando el grupo desde el mismo momento en el que se convirtieron en ídolos de masas y su odio al 'star system'. Estas reflexiones personales son especialmente valiosas, dado que la Yellow Magic Orchestra nunca tuvo demasiado eco mediático fuera de Japón, y este tipo de testimonios de primera mano aportan gran información.
Por último las interesantísimas colaboraciones con Alva Noto y Fennesz, que se encuentran entre lo mejor que ha realizado el músico japonés en toda su carrera dentro de la música electrónica, apenas suponen un simple esbozo en el texto.
Desde el punto de vista del lector La música os hará libres va perdiendo interés a medida que se avanza en su lectura. Sakamoto se vuelve rutinario y de nuevo pierde la fluidez narrativa, en especial en las dos últimas partes (1986-2000 y 2001-), precisamente las más breves, en donde la enumeración de infinidad de proyectos musicales y extramusicales, giras, etc., lo alejan de los momentos más pausados y deliciosamente introspectivos en los que rememora su adolescencia y sus años de formación musical y personal.
Esto sin embargo no desluce el resultado final de La música os hará libres, un libro imprescindible para entender la vida y la obra de uno de los músicos más importantes de las últimas décadas, y esencial en cualquier colección de discos que se precie.
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